La sonrisa es instantánea. Son inteligentes, tiernos, divertidos… y,
encima, están muy bien hechos.
Os hablamos de los cortometrajes de Pixar
o, lo que es lo mismo, de las pequeñas grandes esencias del estudio de
animación más respetado del mundo y, además, líder en la taquilla.
Y es que cuando, en 2007, el gigante Disney se hizo con Pixar
sabía bien lo que hacía. Sin Pixar, el
futuro de Disney hubiese conocido
días oscuros.
Sus últimas películas de animación no habían funcionado bien. Por el contrario,
Pixar se había convertido en un rival
a tener muy en cuenta. Un rival que, paradójicamente, jugaba dentro de casa.
En 1986, poco después de que lo despidieran de Apple, Steve Jobs le compró los estudios al director George Lucas (Lucasfilms) y negoció un acuerdo con la
major de animación para producir 3 películas juntos. La primera de ellas fue Toy Story (1995). Un éxito fulgurante de
crítica y público.
¿Qué era Pixar hasta entonces?
Para contestar a esta pregunta tenemos que hacer un viajecito por el
pasado, aunque sea rápido.
Durante los años 30 y 40 era habitual que los grandes estudios
produjeran cortos de animación para pasarlos antes de sus películas. Era una fórmula que garantizaba más tiempo de proyección, ya que las películas de dibujos animados de por aquel entonces no tenían la duración de ahora.
Paramount tenía sus “Puppetoon
Series”... Warner Brothers tenía “Merry Melodies”... La Metro Goldwyn Mayer (los hermanos
Barbera) había apostado por los personajes de Tom y Jerry para producir
su serie de cortos... Y Disney tenía sus “Silly
Symphonies”.
Sin embargo, estas “mini” producciones cinematográficas dejaron de ser
rentables para las grandes majors y su producción quedó a cargo de pequeños
estudios, compañías o de organizaciones independientes, como la National Film Board of Canada.
Pixar pertenecía a una de estas empresas, a The Graphic Group, una subdivisión de una compañía llamada Lucasfilms. Para no faltar a la verdad, diremos que el embrión de Pixar era más un mediocre fabricante de hardware para animación que otra cosa.
La revolución llegó en 3D
Como hemos adelantado, la década de los 80 cambiaría las cosas. La visión tecnológica y
humanista de un hombre cambiaría las cosas.
Steve Jobs se enamoró de la humilde Pixar
y del trabajo del animador John Lasseter. Puso la tecnología de la que
disponía y su inteligencia al servicio de los contenidos y de la animación 3D... y ganó.
Jobs y Lasseter se convirtieron en el equipo perfecto. Eran creativos y
obsesivos, y eso situó a Pixar en la
línea de salida para ofrecer verdaderas joyas y joyitas cinematográficas.
Por poner sólo un solo ejemplo, el corto Tin Ton (1988), que se
proyectó junto con Toy Story, no sólo
fue el primer corto de animación 3D en ganar un Oscar, sino que, además, en
2003, fue elegido para ser guardado o archivado en el registro fílmico de la
Biblioteca del Congreso de EE.UU. -una de las más importantes del mundo- por su
trascendencia cultural e histórica.
Pero, para hacer justicia a la inmensa creatividad de Pixar, a Tin Ton hay que sumar una
larga lista de títulos, entre otros:
Knick-Knack (1997), que ha sido considerado el mejor corto de la
compañía y que fue el germen de Descubriendo
a Nemo (2003), o El juego de Geri, que supuso el
segundo Oscar para Pixar y, a su vez, la confirmación de que una nueva forma de hacer cine de animación había nacido
y se estaba desarrollando.
Y así podríamos seguir hablando de la revolución Pixar, porque cada corto tiene su propia historia, sus propios
méritos o logros tecnológicos, narrativos, argumentales…
Parcialmente
nublado, Alma, El hombre orquesta, Día y
Noche, Presto, Boundin, Los pájaros…
Hasta llegar a La Luna, que fue presentado junto
con el largometraje Brave (2012).
Creatividad, frescura, futuro, tecnología... y alma
Si por algo apostaron los creativos de Pixar fue por desmarcarse del resto y ofrecer algo diferente. De
esta forma, los cortometrajes acabaron por convertirse en parte fundamental de los estrenos de cada nueva película.
Durante estos últimos 10 años, la tendencia ha sido la de hacer
protagonistas de los cortos a algunos de los personajes que han ido poblando los largometrajes.
¿Qué ha supuesto Pixar para el mundo de la animación?
Creatividad, frescura, futuro,
tecnología… pero también alma.
La que tiene cada uno de sus cortos.
Han conseguido que los espectadores vuelvan a interesarse por este formato cinematográfico y
los esperen, y recuerden, como a sus hermanos mayores, los largometrajes.
Alma. Pixar le ha dado alma a
la animación, además del desarrollo de la tecnología en 3D (en el cine, como en la televisión, la tercera dimensión de la realidad es una ilusión óptica).
De todas las películas y cortos podemos extraer más de una
sonrisa, pero también alguna que otra reflexión llena de humanidad.
Acabamos con una anécdota que nos lleva hasta el primero de los
cortometrajes de Pixar, también el primero que estuvo nominado a los Oscar: Luxo Jr.
Cuenta la historia de un flexo bebé que juega con una pelota, pero en origen fue un simple ejercicio de modelado, un juego de luces y sombras, de Lasseter. Un ejercicio práctico que acabó por convertirse en el símbolo de Pixar. Y es que ese sencillo flexo es una lámpara de dibujante. La luz que necesita toda animación. La luz del cine.
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